domingo, 22 de noviembre de 2009

noticias # 10


Topo, el feliz habitante de una cueva
Alguien dirá que está enterrado en vida. Él afirma que no, que vivir en esa bóveda le ha dado la felicidad que no pudo hallar en un hogar, abrigado a papá y mamá. A falta de una casa elegante, con lujos y comodidades, tiene su "cloaca", donde duerme, come, ama y sueña, donde fornicó para engendrar tres hijos y en donde su única angustia se la da el río Medellín cuando se crece y lo saca como si se tratara de una rata.

-Ya me pasó una vez el 3 de mayo del 88, todavía no me conocían mucho, pero los areneros sí y pensaron que me había muerto, pero no, salí del agua y aquí está el topo guerriándola pa'rato...-.

Ríe con su risa de calle. Ya no tiene dientes ni arriba ni abajo, sólo dos colmillos casi negros, pero cuando John Jairo Zapata llegó a habitar este hueco, un desagüe de aguas lluvias que da al río al frente del Teatro Metropolitano, estaba enterito. Tenía la dentadura blanca y completa y tampoco se le veían las costillas, como ahora, treinta y dos años después, cuando se le podrían contar, si uno quisiera, esos huesos que le dan la vuelta al tronco.
Pero quién va a querer eso. Mejor oírlo. Mejor sentir cómo esas palabras que pronuncia se las roba el sonido del río, que baja apacible a las once de la mañana, cuando recién se ha levantado y el flash de la ciudad le ha caído sobre el rostro y se lo ha vuelto blanco.

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